No me lo puedo creer, gritó Alberto tras perder el último tren de vuelta al aeropuerto. Era la segunda vez que perdía un vuelo por culpa de los dichosos horarios de los trenes. Le habían advertido que cuando estuviese en Asia tenía que ir con tiempo de sobra para que no le pasase justo lo que le acababa de pasar. La idea de viajar a Asia durante el verano, para poder tomarse un respiro, no había resultado ser lo que esperaba.
Sí, es verdad que las playas paradisíacas de Tailandia, la naturaleza de Vietnam y la inmensa muralla china le habían hecho desconectar un poco del trabajo. Pero no fue suficiente. No podía parar de pensar en cómo afrontar los desafíos de su empresa para poder aumentar el margen de beneficios sin tener que despedir a la mitad de la plantilla. En dos semanas tenía que reunirse con inversores y presentarles nuevos presupuestos o le retirarían la inversión de los próximos cinco años.
Y mientras, ahí estaba esperando en la estación de trenes de Tokio, rezando a cualquier dios que le estuviese escuchando para que todos sus problemas se solucionasen. Ningún dios le escuchó. Pero un vendedor ambulante de libros se acercó a él y no le dejó tranquilo hasta que le compró uno. Un pequeño paso puede cambiar tu vida. El método Kaizen, decía la portada del libro.
En estos momentos, Alberto pensó que la vida se estaba riendo de él, pero decidió darle una oportunidad al libro. Y menos mal que lo hizo. Cada página que leía le dejaba más sorprendido. ¿Cómo había estado tan ciego todo este tiempo? se preguntaba Alberto. El Kaizen es una filosofía japonesa que significa mejora constante. Te invita a realizar pequeños cambios continuos en tu vida o en tu empresa para solucionar pequeños problemas.
Algo bastante distinto a lo que Alberto había estado haciendo en su compañía hasta entonces. Siempre que había un problema, él solía buscar soluciones disruptivas para solucionarlo. Se dio cuenta de que el Kaizen, en sí, ya era una filosofía que podía ayudar a miles de personas en su día a día. Pero eso no era todo. Robert Maurer, el autor del libro, compartía cinco poderosas herramientas que marcaron un antes y un después en la vida de Alberto y en la de su empresa.
Primera herramienta. Empezar a hacer pequeñas preguntas. Cada vez que el equipo directivo de Alberto se reunía, estos acababan abrumados por la gran cantidad de preguntas que formulaba, si además, muchas de ellas o no tenían respuesta o eran imposibles de resolver con los recursos de que disponían. Pensaba que de esta forma fomentaría su creatividad, pero la verdad los resultados de los meetings dejaban bastante que desear.
A partir de ese momento Alberto se comprometió a formular preguntas más sencillas en las que fueran capaces de encontrar una solución con sus recursos actuales. Segunda herramienta. Tener pensamientos pequeños. El cerebro humano puede ser engañado para creer la realidad que se imagina. Incluso es capaz de segregar hormonas o dejar de hacerlo dependiendo de los pensamientos de la persona.
Esta técnica es conocida como modelación mental y para Alberto ya era familiar. Recordó que cuando estaba en el instituto, la noche anterior antes de jugar un partido de baloncesto, siempre dedicaba una hora antes de dormir a visualizar cada minuto del partido. Sentía el tacto del balón, escuchaba los gritos de la afición y percibía la adrenalina recorrer su cuerpo al imaginarse la victoria.
Esto le ayudaba a salir más concentrado al partido. Tercera herramienta. Realizar acciones pequeñas. Como cualquier otra filosofía, las cosas cambian cuando se toma acción. Pero ¿cualquier acción vale? La sociedad está acostumbrada a buscar el cambio en soluciones disruptivas como las famosas dietas de verano o la maratón de estudio el día anterior del examen.
En cambio, Elkaisen te enseña que en los pequeños detalles se encuentra la perfección y que el poder reside en los pequeños hábitos. Durante el vuelo de vuelta, Alberto no podía parar de pensar todo lo que había aprendido gracias a aquel libro. El mes después de su viaje fue de los meses más tranquilos que había tenido en mucho tiempo. Los mítines con su equipo fueron asombrosos, animó a sus empleados a buscar pequeños fallos en la cadena de producción y gracias a ello consiguieron ahorrar costes.
Alberto retomó el hábito de la visualización y la reunión con los inversores fue todo un éxito. Y muchas más pequeñas cosas cambiaron en su empresa, todas ellas gracias al Kaizen y las cinco herramientas de Robert.
Recuerda, un viaje de mil millas empieza por un solo paso y seguir formándote puede que sea el primero.