Mónica estaba escondida detrás de las paredes que la separaban del escenario. En la tarima, subido exponiendo, se encontraba el conferenciante justo anterior a ella. Era un hombre hablando sobre un interesante tema científico y la gente no dejaba de atenderle sorprendida. ¿Podría ella hacerlo también? A Mónica le sudaban las manos y se pasaba de un pie a otro inquieta.
Había hecho todo lo que le habían dicho. Había venido sin comer mucho, había bebido agua y hasta realizado unos ejercicios de respiración para calmarse. Sin embargo, el miedo aún seguía ahí. Una chica del equipo técnico se acercó a ella y le comunicó que pronto sería su turno. Mónica sintió mientras la chica la cogía del brazo, intentando darle ánimos tras ver que estaba nerviosa.
Le dijo que era normal sentirse así los momentos antes de hablar, pero que cuando saliera el escenario su miedo se desvanecería. Lo que iba a exponer Mónica era un tema personal que se había preparado a conciencia. Durante meses había estado ensayando una y otra vez para poder hacerlo lo mejor posible. Al principio se hizo un guión que trató de memorizar, pero a ella le vino mejor simplemente apuntarse los puntos más importantes a tratar.
Tras repetidos ensayos casi se sabía la conferencia entera. Otra cosa que le recomendaron hacer fue simplificar lo que iba a decir tanto como pudiera, ya que decir demasiada información en una charla podía liar a la gente y lo mejor era tener una idea única, principal, que transmitir y que todos los demás argumentos la apoyaran. Un único mensaje que la gente pudiera recordar al finalizar la charla.
Unos fuertes aplausos sacaron a Mónica de sus pensamientos. El científico acababa de terminar su charla y al público le había encantado. Mónica se alegraba por él pero sabía que el fin de su charla significaba que era el turno de la suya. El corazón le latía a cien por hora mientras el hombre caminaba hacia el lugar donde estaba ella. Ya sentía con su cabeza indicándole que le tocaba.
Mónica empezó a respirar rápidamente al tiempo que el público y el escenario volvían a sumirse en silencio y en el momento en el que iba a moverse sus pies no le respondieron. Mónica se había quedado paralizada. Notaba que estaba respirando más rápido de lo que debía y que su visión por un momento pareció embarronarse. Tenía miedo de salir al escenario y de que la juzgaran, de quedarse en blanco y no saber qué decir.
Pero su mayor miedo en ese preciso momento fue que se desmayara y echara todo a perder. De repente los recuerdos que habían llevado a Mónica a preparar esa charla vinieron a su cabeza. Hacía más de una década que la mujer había sufrido una gran experiencia de humillación la cual la había llevado a recibir miles de críticas y mensajes de odio. Todo por un error del que se arrepentía y del que ya no había marcha atrás.
Chris Anderson el director de TED le había animado a utilizar esa historia en su charla. Durante los ensayos la había acompañado y ayudado a prepararse para el gran momento. Esa historia hacía vulnerable a Mónica pero esa misma vulnerabilidad ayudaría a conectar con el público y hacer que la sintieran más cercana. Después de todo a nadie le gusta sentirse inferior a los otros.
En las charlas a veces hay que transmitir cierta autoridad para que los oyentes confíen en lo que se está diciendo pero nunca para alimentar el ego del conferenciante. Mónica sabía que tenía un regalo que hacerle al público y que su historia le ayudaría a entregárselo. Fue esa misma idea la de que estaba haciendo un regalo al público con su experiencia la que la sacó de su parálisis.
En ese momento Mónica se dio cuenta de que tenía algo muy valioso que entregarles a esas personas. Nadie quería juzgarla en realidad. Querían la posible ayuda que ella estaba segura de poder ofrecerles. La respiración de Mónica se calmó lentamente mientras ella aspiraba una gran bocanada de aire. Sentía como sus brazos y sus piernas por fin eran libres de moverse y por primera vez en todo aquel día sonreía.
Mónica estaba radiante y sabía que ese era su momento de brillar. La mujer dio el primer paso, el segundo y poco a poco fue situándose en el centro del escenario. Mónica se giró y miró a las caras de todas esas personas curiosas que estaban allí para escucharla. Sonrió una vez más, respiró y empezó a hablar.
Un abrazo y que avances con tus miedos a hablar en público.