Imagina que tienes un huerto al que le dedicas mucho esfuerzo para que te produzca centenas de kilos de tomates. Ahora solo queda poner precio a tus tomates y venderlos, que parece una tarea mucho más fácil en comparación con todo el trabajo duro que has hecho durante todo el año. Pero por lógico que parezca, elegir el precio de tus productos no es una tarea sencilla.
Probablemente no quieras elegir tus precios como si fuesen números de la lotería, por lo que decides ponerte a estudiar las estrategias más comunes que han utilizado las empresas hasta día de hoy. Por un lado podrías pensar en cuanto te ha costado producir un kilo de tomates y después añadirle un 50% de beneficio al precio final. Por lo que si el kilo de tomate te hubiese costado producirlo 2 dólares, lo venderías a 3 dólares.
Esta estrategia se la conoce como fijación costo más margen. Pero tiene un problema y es que en realidad no sabes si el cliente estaría dispuesto a pagar este precio ya que no has hecho ningún estudio de mercado. Por otro lado podrías decidir poner el precio de tus tomates según el precio de tu competencia. Como tienes amigos agricultores, sabes que el kilo de tomates de media suelen venderlo a 4 dólares y podrías vender tus tomates un 5% más barato que el de la competencia.
Esta estrategia es conocida como la fijación orientada a la competencia. Y el problema de esta táctica es que como los demás agricultores decidan hacer lo mismo que tú, acabaréis ahogándoos los unos a los otros. Otra opción podría ser vender los tomates a distintos precios en función a la capacidad de los diferentes consumidores. Esto se utiliza mucho en los concesionarios de coche y se le conoce como la fijación basada al consumidor.
Lo malo es que se suele producir rechazo en aquellos consumidores que acaban pagando más que los que saben regatear mejor. Tras analizar las tres opciones más conocidas, te das cuenta de que esta tarea es bastante más complicada de lo que pensabas y de que vas a necesitar buscar alternativas más innovadoras. Entonces, decides ponerte a pensar en posibles nuevas estrategias cuando justo te aparece el recuerdo de un amigo, que durante un viaje estuvo comiendo en un restaurante en el que él elegía lo que quería pagar.
A pesar de que parezca poco creíble, decides confirmarlo en Google. Y efectivamente, existen empresas que utilizan esta estrategia. Podría ser una buena opción para tu negocio, pero siempre y cuando tus clientes tuviesen un fuerte vínculo contigo. Si el cliente no tuviese sentido de la justicia ni ningún aprecio a tu trabajo, tu negocio podría irse a la ruina.
Como no te convence mucho, el tener que depender de la solidaridad de los clientes, sigues buscando otras alternativas. Un día, dando un paseo mientras escuchabas música en Spotify, te das cuenta de que esta compañía te cobra todos los meses por escuchar su música y nunca habías puesto ninguna queja de ello. En este momento, es cuando te das cuenta de que la estrategia de las suscripciones puede ser una idea muy rentable.
Por ejemplo, podrías enviar un kilo de tomates cada dos semanas al cliente a cambio de una suscripción de 6 dólares al mes. Tras descubrir esta opción de fijar tus productos en base a una suscripción mensual, decides seguir buscando nuevas estrategias para aumentar tus posibilidades. Con el tiempo descubres que vender una membresía es más complicado de lo que parece.
Sin embargo, también te das cuenta de que fijar un precio no significa elegir un número aleatorio y ya está, y que has aprendido mucho en el proceso. En realidad, fijar precios es un reto donde debes poner todo tu ingenio y creatividad para que tú y tu cliente salgáis satisfechos. Por suerte, hoy día podemos aprender de las mejores empresas que han conseguido triunfar eligiendo sus precios y así no tenemos que ir dando palos de ciego.
Un saludo y hasta la próxima.